Las personas le damos diferente valor al trabajo. Para unos es su vida, para otros es un medio para ganarse la vida, aunque hay quienes lo consideran un castigo necesario. Si bien la palabra misma permite muchos significados, en la actualidad debido a la transformación digital y a la coyuntura de la pandemia, que ha provocado la aceleración de algunas tendencias preexistentes como las actividades laborales de manera remota, podemos afirmar que el trabajo, tal como lo conocimos, cambió.

Esta puede ser una de las principales razones por las que se ha venido generando un déficit de significado de propósito, identidad o de claridad sobre el valor al trabajo.

Las cosas que realmente son necesarias en la vida como lo pueden ser la educación, autoaprendizaje, mantenerse saludable o financieramente estable, requieren esfuerzo, obligan a trabajar.

Todas estas necesidades que dan equilibrio nos llevan hacia una libertad que no podemos “adquirir” de otra manera, que no sea a través del trabajo.

Sin embargo, el trabajo vinculado a un empleo y a una persona de la que se solicita fidelidad y presencialidad es hoy un concepto que está caducando. La significación del valor del trabajo se ha ido transformando. Los cambios paulatinos que van generando las nuevas tecnologías, los nuevos hábitos y rutinas, la inestabilidad, lo transitorio, la necesidad de otras habilidades, provocan una individualización extrema, a la que nos lanzan tanto el progreso como la incertidumbre. No hay más remedio, “hay que buscarse la vida” de otra manera.

Así llego al siguiente axioma, ahora más que nunca las personas son un recurso prescindible, porque las máquinas y la automatización de tareas eliminan puestos de trabajo que quedan obsoletos, sin embargo las empresas necesitan de las personas. Pero de personas que cuenten con habilidades que difícilmente puedan ser sustituidas por la automatización.

Un artículo recién publicado en The Economist, menciona que antes de la pandemia se pasaba el 5% de nuestro tiempo de trabajo en casa. Para mediados de 2020 la cifra ascendía al 60%. Pero aunque las personas trabajan más horas, reportan más altos niveles de felicidad y productividad. Y concluyen que al empleado promedio le gustaría trabajar desde casa casi la mitad del tiempo.

Pero en este caso, estamos hablando de un tipo de personas específico, de los trabajadores del conocimiento, aquellos que tienen mayor formación y de aquellos que se han preocupado por su autodesarrollo para entender el futuro y ampliar sus capacidades. Las investigaciones sugieren que este perfil de personas disfrutan cada vez más de su trabajo. Al hacer muy bien lo que saben hacer, sin importar físicamente el sitio, y al aprender a profundizar más sobre su especialidad, es para muchas de estas personas, una gran parte de su identidad, su sentido de autoestima y de su valor hacia el trabajo. Otorgándoles más libertad a pesar de estar confinados en casa.

Los trabajadores del conocimiento son los que más fácilmente pueden ser “empleables” desde cualquier rincón del planeta. Serán los mejor preparados, para empleos que aún no existen o apenas comienzan a adivinarse, serán los mejor remunerados y también los que tendrán más probabilidades de estar vigentes para seguir trabajando durante mucho tiempo hacia el futuro, y buena parte de la semana fuera de las cuatro paredes de una oficina.

“Ampliar nuestros conocimientos y habilidades es ahora, por tanto, la gran solución”

La incertidumbre y la automatización hace que no podamos confiarnos de la seguridad de un empleo, porque posiblemente el trabajo, nuestro trabajo, puede quedar obsoleto, no nos queda más remedio sino construir nuestro futuro. No hay referentes, no hay testimonios. Solo nosotros. Cada cual depende de cada quién. Si antes tuvimos jefes ahora tendremos “inversores”, quienes apuesten y se interesen por nuestras habilidades y conocimientos.

Antes éramos empleados y ahora desarrollaremos nuestra empleabilidad. Mismo objetivo, pero con distinto enfoque. “Ahora tenemos la sartén por el mango”. El florecimiento de nuestra empleabilidad nos mantendrá reinantes, nos pone en la situación en la que somos una oferta de valor en si misma, porque nosotros somos el producto. De otra manera, si nos sentamos a esperar, nadie nos va a dar ese empleo que está por desaparecer, sino es que ya lo hizo.

Se nos impulsa a resolver nuestra propia identidad, propósito y valor sobre el trabajo. Deja de ser una opción, convirtiéndose en una obligación. Porque este futuro del que cada quien busque desarrollar su propia empleabilidad, es el máximo exponente de que el mundo ha cambiado.

No busquemos trabajo, dejemos que nos encuentren, mostremos nuestra valía, nuestra empleabilidad. El mensaje es: Tú eres tu producto.