En ocasiones no tan infrecuentes, uno piensa o cree que domina ciertas habilidades a la perfección, sin embargo, cuando a uno lo ponen a prueba, hasta al más experimentado personaje le tiemblan las piernas.
Esto fue lo que me sucedió recientemente en mi proceso para convertime en conferencista certificado, no importa el tiempo y la cantidad de personas a las que uno ha enfrentado en escenarios a través de la palabra hablada, siempre hay mucho que aprender, tanto de las mismas acciones que uno va ejecutando, como de las personas que lo acompañan y lo desafían en el proceso. Lo que me queda claro es que uno no se las sabe todas.

Y sí, todos los días son días de aprendizaje y así es como uno realmente crece en el intento de ser mejor cada día en lo que a uno le apasiona hacer.