Volver a lo básico, es el principio fundamental más provocador en medio de tanta incertidumbre.

Tener claridad sobre lo que debemos hacer, lo que será valioso y fundamental, es sin temor a equivocarme, un acto de fe. En estos momentos, mejor la inteligencia y el pensamiento crítico. Para ir en la contravía de tratar de desmontar todo y volver a erigir una “nueva normalidad” para adaptarse a los hipotéticos e inciertos cambios, me parece un tanto exagerado, porque estoy seguro de que nadie sabe en realidad cómo va a ser el futuro.

El ambiente de ansiedad que se siente nos quiere obligar a acelerar los cambios, a no dejar pasar más tiempo, y nos pone en un estado de presión que pide ya, “el rumbo a seguir”.

Aburrido del exceso de recomendaciones y leyendo a los emergentes “expertos” que brotaron en tropel. Yo he preferido pensar con cabeza fría, detenerme y poner a prueba los conocimientos que me han funcionado. De esta manera, he probado con éxito, alternativas simples, sin comprometer nada hasta que el horizonte termine de descifrarse.

Probarnos a nosotros como seres pensantes, experimentando con nuestras sobresalientes capacidades humanas e irlas adaptando a la situación, es lo más sensato que podemos hacer.

Primero nosotros, después ya veremos.