Las cosas no son siempre como parecen. Con frecuencia, cuando definimos las iniciativas para lograr objetivos, terminamos definiéndolas involuntariamente sin entender los efectos futuros. La mejor manera de examinar las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones es profundizar en nuestro pensamiento con un enfoque estratégico.

El pensamiento común, no es estratégico, es simplista y superficial, y casi todo el mundo puede hacerlo. En cambio, el pensador estratégico tiene opinión sobre el futuro de la empresa. El #pensamientoestrategico es profundo, complejo y deliberado.

Es pensar en términos de interacciones y tiempo, entendiendo que, a pesar de nuestras intenciones, nuestras acciones siempre derivan en algo más.

Aquí les sugiero cuatro formas que podemos utilizar para desarrollar nuestro pensamiento estratégico.

1. Pregúntese siempre… ¿Y luego qué?

2. Piense en el tiempo: ¿cómo se verán las consecuencias en 3 días? ¿3 meses? ¿3 años?

3. Cree “árboles” de relación causa-efecto, que muestren las consecuencias de primer, segundo y tercer orden. Identifique su decisión, piense y anote las consecuencias. Revíselos con regularidad, para que vaya calibrando su pensamiento.

4. Pregúntese cómo responderían los distintos grupos de interés. ¿Cómo afectará o beneficiará a los empleados con esto? ¿Qué harán nuestros competidores? ¿Y los proveedores? ¿Y la Junta Directiva?

El pensamiento estratégico requiere mucho trabajo. Porque no es fácil pensar en términos de sistemas, interacciones y tiempo. Sin embargo, hacerlo es una forma inteligente de crear una ventaja competitiva personal.