Odio ser jefe

Si una persona ama lo que hace y es buena en su trabajo, es tan valiosa, que sería un desperdicio ponerla en un puesto de jefe.

El entorno de negocios y empresarial en el que hoy vivimos, glorifica a la figura de ser el jefe, “el que manda”.

Un jefe vive de su aplauso, de su gracia, del elogio por parte de los demás. Por eso creo que cuando estos personajes asumen esa “deliciosa” responsabilidad de supervisar y controlar a otras personas, deberíamos pensar seriamente si deberían dejar de existir.

Lamentablemente, creo que para las empresas es un rol conveniente, porque logran que se mantengan en la zona de confort las dos partes, tanto el jefe como sus subordinados.

Creo que en el momento que las personas ya no profesen la necesidad de tener un jefe, podríamos estar viendo realmente, la manera de cómo las personas crecen y asumen sus propias responsabilidades.

Cambiemos nuestra mentalidad y velemos por nuestro propio crecimiento sin la molesta presencia de la figura de un jefe. Puede ser un absurdo lo que digo, pero eso haría que nos preocupemos por nosotros, nuestro desarrollo, por la creación de actividades significativas y con valor, y lo mejor, sin estar supeditado a dar o a esperar órdenes.