La búsqueda de la identidad es la tarea y la responsabilidad vital de las personas y esto constituye al mismo tiempo la última fuente de arraigo social.

Desde hace un tiempo he querido hacer una crítica al impacto de la redes sociales sobre las personas. Aunque las redes sociales constituyen una herramienta para crear comunidades propias, pero lo que realmente se genera son unas comunidades “sustitutas” donde no se necesitan habilidades sociales – característica básica de una comunidad –. En cambio, son áreas de confort, donde no hay diálogo real ya que la comunidad creada se realiza a medida de la persona, y por tanto no existe la polémica o el compromiso. Así, el colectivo es seleccionado según necesidad, de forma que es fácilmente escogido o eliminado con un simple “click” de ratón y el capital afectivo que se medirá por el “numero de contactos” que se tiene en las distintas cuentas de Facebook, twitter, instagram y otras.
Así, el diálogo en las redes sociales sería un lugar para encerrarse de forma confortable y “escuchar el eco de la propia voz”. En la actualidad, pertenecer a una red social puede ayudar a mejorar la sensación de soledad que tiene una persona, debido al escenario de gran individualización en el que se vive, pero constituyen una verdadera trampa, ya que realmente no hay una mayor sociabilización de la persona.
Dentro del concepto de organizaciones o sociedad líquida, podemos diferenciar entre el concepto de grupo y red. Las redes, se diferencian de los grupos por que no incluyen propósito de conservación. Se asocian y se dispersan en diversas ocasiones por determinados temas relevantes que van cambiando, atraídos por objetos, variables y en movimiento. Este concepto de red puedo ejemplarizarlo con la audiencia social que forma Twitter. Los distintos usuarios se comportan como una simple red social y no como la definición de grupo, uniéndose para acontecimientos muy variados, sin una identidad importante y actúan en el escenario de ese concepto “líquido”.
Por otro lado, a pesar de la utilidad que han tenido algunas redes sociales en distintos movimientos políticos, sociales, organizacionales, las redes sociales permiten identificar el rol de cada persona, el que normalmente no es el mismo, como sí lo es en un grupo. Es decir, son espacios donde la participación es voluntaria y automotivada.
Todas estas críticas, se ajustarían al concepto de esta modernidad llamada líquida, donde la integración de la persona se realiza en una sociedad global pero sin identidad fija, obligando a una adaptación continua, por lo que se depende continuamente de la presencia del otro que ratifica nuestra identidad y nos permite “ser vistos”.