A niveles altos de la jerarquía organizacional, el coeficiente intelectual, aporta quizás menos del 20 por ciento de los factores que determinan el éxito profesional.

 

En estos altos niveles de la organización, dentro de los factores que se evidencian como primordiales, hay dos aspectos desde mi punto de vista, que son muy relevantes. Primero, la visión estratégica, que en otras palabras se resumiría en la capacidad que tiene una persona en tener una perspectiva amplia; de ver el panorama completo de la situación en la que se encuentra una empresa, de tener pleno conocimiento de cómo una decisión puede o no afectar el corto, mediano y largo plano de una empresa. Sin embargo, puede definirse y vislumbrarse la mejor estrategia, pero la ejecución sólo puede llevarse a cabo a través de las personas.

Esto quiere decir, que es de vital importancia saber motivar, incitar, comunicar e influenciar, y todos estos conceptos, no son otra cosa que las competencias que se enfocan en las emociones.

Sin lugar a dudas, puedo afirmar, que la estrategia es crítica, pero la puesta en marcha depende del elemento humano, y es ahí donde ejerce toda su influencia el liderazgo juega un rol protagónico.

Entendamos que liderar es influir, es hacer que se hagan las cosas. Es decir, no es un sinónimo de dominación, sino está dentro de los dominios y del arte de convencer a que las personas se adhieran para alcanzar objetivos y metas comunes. El conocimiento y las habilidades técnicas son substanciales, pero la inteligencia emocional es la condición “sine qua non” del liderazgo.