Si bien podemos intentar usar la fuerza bruta para deshacernos de la procrastinación y adoptar una actitud de “simplemente hazlo”, estas estrategias solo son efectivas a corto plazo, en el mejor de los casos. Suena intenso, pero chantajearnos a nosotros mismos para hacer las cosas es una forma segura de deshacernos de la procrastinación. Si todo lo demás falla, podemos utilizar a la procrastinación como fuente de motivación para completar otras tareas importantes. Cuando se acerque la fecha límite para las actividades retrasadas y le pongamos más presión, lo haremos.

Al momento en el que a nuestro trabajo se le impone una fecha límite, se activa en ese instante la invitación a procrastinar.

Una excelente manera de reducir nuestra tendencia a posponer las cosas es identificar nuestras horas pico, los momentos del día en que somos más productivos, con el fin de planificar nuestro horario, para que la mayor parte del trabajo se realice durante nuestras horas pico. Otro consejo útil sobre “cómo dejar de procrastinar” es hacer una lista de lo que necesitamos hacer y anotar cuánto tiempo nos llevará completar cada tarea. Escribir las tareas pendientes y hacer listas es el primer paso para ser más productivo y evitar la procrastinación.

Uno de los mejores y más simples sistemas de productividad que he encontrado se llama el método Ivy Lee y consta de seis pasos:

  1. Al final de cada día laboral, anotemos las seis cosas más importantes que debemos lograr mañana. No escribamos más de seis tareas.
  2. Prioricemos esos seis elementos en orden de su verdadera importancia.
  3. Cuando lleguemos mañana, concentrémonos solo en la primera tarea. Trabajemos hasta que termine esta tarea antes de pasar a la segunda tarea.
  4. Acerquémonos al resto de nuestra lista de la misma manera. Al final del día, movamos los elementos sin terminar a una nueva lista de seis tareas para el día siguiente.
  5. Repita este proceso todos los días laborales.

De igual forma, también nos puede ayudar a sortear la procrastinación, si reducimos la cantidad de decisiones que hay que tomar durante el día, tomándolas temprano o desarrollando hábitos en ciertas áreas de nuestro día a día, para aumentar la eficiencia y evitar que desperdiciemos energía pensando en algo que debemos hacer. Es decir, convirtamos a nuestra mente en una aliada más contra la procrastinación.

Una última píldora es hacer que los hábitos sean más fáciles es usar, a través de la regla de los dos minutos, que establece que cuando empezamos un nuevo hábito, deberíamos tardar menos de dos minutos en hacerlo. La idea es hacer que sea lo más fácil posible comenzar y luego confiar en que el impulso nos llevará más lejos en la tarea una vez que comience. Cuando comencemos a hacer algo, es más fácil continuar haciéndolo. La regla de los dos minutos supera la procrastinación y la pereza al hacer que sea tan fácil comenzar a tomar medidas que no podamos decir que no.

En conclusión, haciendo que nuestras tareas sean más realizables es importante para disminuir la procrastinación:

  • Pasos cortos y continuos, porque las pequeñas medidas de progreso ayudan a mantener el impulso a largo plazo, lo que significa que es más probable que terminemos las tareas grandes
  • Cuanto más rápido completemos una tarea productiva, más rápido desarrollaremos nuestro día con una actitud de productividad y eficacia
  • La velocidad con la que completamos nuestra primera tarea del día es de particular importancia para superar la procrastinación y mantener un alto rendimiento productivo día tras día

Les dejo este video de la charla TED de Tim Urban: “en la mente de un maestro procrastinador”. Una forma muy visual de entender la procrastinación: