No es extraño encontrar empresas en donde los directivos quieran “saltar” directamente a definir la “estrategia” sin entender realmente lo que es.

Aunque difícilmente me llamaría experto estratégico, es algo que con el tiempo y la práctica uno va entendiendo lo que pasa con algunas empresas.

Muchas de las organizaciones fallan en su estrategia, porque la mayoría de los directivos y las personas que participan en la definición, tienen una gran dificultad para abstraerse mentalmente y ser capaces de exponerse y apostar por un futuro desconocido. Entonces, la salida clásica es definir y mantenerse sobre lo que sí son capaces de comprender, las metas financieras, las operaciones inmediatas o los planes de acción, pero nada de esto es una estrategia.

Sienten que una estrategia es la palabra que los hará posicionarse de cierta manera para parecer grandes e importantes, creen que con el simple hecho de mencionarla los catapultará a un mundo virtuoso de tipo empresarial o corporativo. Pero les cuesta trabajo apostar por algo grande y diferente.

Al no poder arriesgarse y definir lo que realmente quieren lograr, tratando de hacer o de resolver, muchas veces solo terminan creando un “envoltorio” u hoja de ruta; un entregable que solicitan sus corporativos.

Lamento decirlo así, pero pasa con frecuencia.