Cuando se pregunta a los ejecutivos por la organización, suelen buscar un organigrama. Pero lo que estamos viendo ahora no es lo que vivimos en la cuarta revolución industrial, sino una revolución humana, de tecnología y de la información.

Las nuevas tecnologías han hecho posible la automatización completa de las tareas rutinarias, así como la reducción al mínimo de los costos de transacción y de una interconexión que ha permitido la “auto-regulación” de la complejidad a una velocidad sin precedentes.

Esto ha dado como resultado cuatro tendencias que están anulando las viejas reglas de la gestión:

  1. La automatización ha excluido a las personas de las tareas rutinarias, por lo que ya no será necesario emplear a los que tienen menos experiencia o habilidades, porque la “mano de obra automatizada” estará disponible cuando se necesite
  2. Los bajos costos de las transacciones hacen que muchas de ellas sean gratuitas, gracias a esto, no es necesario pagar comisiones bancarias o canon por transacción
  3. Hoy por hoy las empresas tienen acceso a redes en las que profesionales de todo el mundo pueden colaborar en proyectos juntos, independientemente de su ubicación
  4. El tiempo empleado por las organizaciones en sus diversas funciones se ha reducido drásticamente gracias a los procesos automatizados

La mayor conectividad está cambiando permanentemente, no sólo la velocidad de la disrupción sino también los principios para la innovación.

Debido a que la información que circula libremente impulsa el cambio de forma instantánea y elude, o incluso desafía, las jerarquías existentes y los canales de mando formalizados en las organizaciones.

El “caos” emergente, genera una imprevisibilidad tanto negativa como positiva que las organizaciones tendrán que aceptar y prepararse para desarrollar una respuesta propicia a estos contratiempos.

Estos cambios sin precedentes han cambiado para siempre la forma de crear valor al mejorar la eficiencia; con tecnologías omnipresentes ya no es necesario que los empleados actúen como máquinas.

La estrategia competitiva de reducción de los costos –una de las razones más comunes y poco creativas por las que las empresas han prosperado tanto a lo largo del tiempo– está desapareciendo porque la tecnología disminuye costos con mayor rapidez, lo que pone a temblar a las empresas que no consideren a la inversión en tecnología como el principal impulsor de las futuras tasas de crecimiento empresarial.

Una herencia adicional a esta complejidad es la que nos ha dejado la pandemia en el ámbito laboral: los trabajadores de hoy exigen un tipo de lugar de trabajo diferente al de las generaciones anteriores. Si la empresa no atiende estas demandas, se quedarán atrás. Los empleados permanecen poco o no están y se van cuando no obtienen lo que quieren de su empresa. Aunque estas tendencias llevan años produciéndose, pero ahora las cosas están llegando a un punto álgido a medida que más personas quieren trabajar en entornos remotos o a crear más valor de otra manera distinta sin presencia física, lo que hace que los equipos sean más ágiles y líquidos, lo que a su vez introduce el siguiente nivel de complejidad entre las economías “corporativa” y “gig”.

En conjunto, estas cuatro tendencias exigen que las empresas adopten un nuevo conjunto de principios que incluyen:

  • La antifragilidad – un concepto que afirma que “las cosas mejoran bajo estrés
  • La experimentación – probar y arriesgarse con variables desconocidas
  • La adaptabilidad – la capacidad o el poder de cambiar uno mismo o sus acciones para adaptarse mejor a las nuevas circunstancias
  • La visión conductual de las organizaciones, así como su visión sistémica – ver a los individuos no sólo por sus funciones, sino también cómo funcionan dentro y fuera de las cuatro paredes de una organización
  • Todo ello reunido por la centralidad humana – #noolvidemosalaspersonas y especialmente considerarles como seres humanos individuales y singulares

En esencia: ver el futuro con optimismo y ser más positivo en todo. Así como las tendencias cambian y ejercen una mayor complejidad en nuestra vida diaria; las organizaciones y las personas también deben cambiar si quieren que el futuro laboral se mantenga bajo control, sin un organigrama, pero con la posibilidad de mantener el crecimiento y la competitividad.