Nos enfrentamos a un entorno laboral imprevisible y la capacidad de aprovecharse de esta situación es una ventaja competitiva.
La vida es incierta y difícil de controlar. Incluso las situaciones que creemos dominar pueden convertirse en imprevistos y entonces solo podemos adaptarnos o frustrarnos. Sucede todos los días y, en los últimos años, más que nunca. La idea de conseguir un trabajo y conservarlo para siempre ya no es “lo de hoy”. Ahora, no importa a qué generación pertenezcamos, nos enfrentamos una situación difusa con un futuro difícil de planear. Hace unas semanas mencionaba en este blog que, los millennials tendrán, un promedio de 7 trabajos diferentes a lo largo de su vida. ¿Cuáles serán? ¿Cuánto durarán? No podemos saberlo. Pero, en definitiva, de nuestra capacidad de tolerar la incertidumbre dependerá nuestro éxito.
Todos tendremos que enfrentarnos a momentos inciertos en nuestra carrera. Es el día a día de personas como los emprendedores, pero algo difícil de asumir para un profesional de tradición corporativa. Cada vez es más necesario tener capacidad de reacción y tomar decisiones sin tener toda la información disponible. De hecho, ahora mismo los trabajos más valiosos (los que mejor se pagan y los que más proyección te dan) son los más imprevisibles. Esta situación, dependiendo de la persona, puede derivar en estrés, porque se tiene que enfrentar a situaciones menos controlables.
Aunque es común sentirse inquieto cuando sabes que tendrás que cambiar de trabajo cada determinado tiempo, la actitud hacia un futuro incierto depende de la personalidad, los valores y la confianza de cada uno. Estas nuevas reglas del juego pueden verse como una oportunidad para crecer y ampliar conocimientos y experiencias o como una amenaza. Si lo percibimos con hostilidad estaremos cediendo un lugar al miedo, que tiene una parte de utilidad, pero llevado al extremo nos genera malestar y nos paraliza. La necesidad de control y la falta de confianza en los recursos propios para afrontar lo que venga son la base del malestar que genera la incertidumbre. También está relacionado con querer quedarse en la zona de confort, con el “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
En otras situaciones, cambiar de trabajo habitualmente es normal y ser tolerante a lo imprevisto se ha convertido en una ventaja competitiva. Ahora, la gente que ha trabajado en varias empresas tiene un valor agregado, porque ha aprendido a adaptarse a cambiar de contexto y eso es básico en este entorno más flexible.
—Sabes que este trabajo no va a durar para siempre, ¿no?
—Claro, ¿quién ha dicho que yo quiera trabajar en esa empresa el resto de mi vida?
Es una de las conversaciones más habituales que hoy en día tengo con mis alumnos. Los jóvenes lo tienen claro. Son las generaciones anteriores las que tienden a querer que ellos vayan a lo seguro. Es una cuestión cultural: buscan para ellos una seguridad estática que les puede hacer perder oportunidades y que puede generarles ansiedad porque, de hecho, esa seguridad ya ni siquiera existe.
Aceptar lo imprevisible supone un esfuerzo psicológico para muchos. Y los profesionales dan algunas claves para empezar a asumir esa tarea. Lo básico es mejorar la empleabilidad, la capacidad de que, si nos quedamos sin trabajo, nuestro perfil sea apetecible para las empresas. Para eso debemos estar entrenados, tener experiencia, un plan de carrera y, algo que cada vez tiene más valor, estar motivados y tener actitud. Potenciar nuestro lado profesional para ser un empleado valioso nos puede ayudar a estar más seguro y reducir la ansiedad.
Resalto la necesidad de ser proactivo. Cuando se tenía un contrato de por vida, la empresa esperaba de uno que fuera eficiente, buen trabajador y responsable a cambio de contratarnos indefinidamente. Los trabajadores no tenían que diseñar un plan de carrera, la empresa lo hacía por ellos. Ahora somos nosotros los que tenemos que dibujar ese plan de acción y para eso es necesario formarnos, desarrollarnos profesionalmente y buscar incansablemente.
Desde un punto de vista más psicológico, es importante entrenarse para ver esta situación como una oportunidad. Es recomendable hacer pequeñas cosas que nos dan miedo —ir superándolas refuerza nuestra seguridad— y aprender a vivir en el aquí y ahora. Es clave, porque no es necesario controlar el presente para disfrutarlo. Aceptar la incertidumbre es una de las mejores habilidades para ser felices en un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo. Exactamente las características que definen lo que a mucha gente le da miedo: el futuro.
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