Somos nosotros quienes damos forma a nuestras oficinas y a partir de ahí, son ellas las que nos dan forma a nosotros, porque ejercen una gran influencia en nuestra manera de pensar y de nuestro comportamiento. Me atrevo a decir, que el lugar físico de mi oficina era un lugar sin alma; un lugar hostil en donde nos presentábamos con una máscara profesional. 

Siento que la “no presencialidad” ha generado cambios. Percibo que como personas hemos luchado por crear espacios virtuales factibles lo bastante amplios, con los que nos hemos permitido mostrar nuestra mas profunda individualidad, nuestros deseos y nuestras emociones.

Aunque veo que las organizaciones aun están tratando de entender y descifrar qué hacer para ser más abiertas con las personas. Ojalá pronto lo deduzcan y toleren que las personas se presenten con todo lo que son, con sus estados de ánimo, sus peculiaridades, su familia, sus mascotas y ropa de fin de semana. Nada de esto altera la productividad.

En serio, mis oficinas eran un lugar sin alma. En cambio, este nuevo entorno de trabajo lucha por no serlo tanto.

Creo que la conducta que una empresa tenga con las personas en el ambiente laboral sin presencia física dirá mucho de la organización.