Liderar una organización que priorice la cultura es la mejor manera de afrontar la disrupción en el entorno post pandémico y, a la vez, aprovechar la incertidumbre como un punto de inflexión único para renovarse y reinventarse.

Si pensamos en, qué cosas diferentes podemos hacer hoy para ayudar a nuestras organizaciones a devolverlas a una ‘normalidad’ añorada, ¿por dónde empezaríamos?

A medida que la disrupción en los modelos de negocio se convierte en una realidad diaria, transformar la cultura empresarial para que sea más adaptable, más tolerante al riesgo y más experimental es, sin duda, el mayor desafío y oportunidad para los líderes de esta década.

Las empresas que de manera genuina se preocupen por moldear e inculcar una cultura adaptativa y escalable a gran velocidad, serán las que de manera resuelta superarán a sus competidores.

Aunque las palabras ‘cambio’ y ‘sin precedentes’ se han vuelto un cliché desde el año de la pandemia, la cultura rara vez aparece en el listado de prioridades enfocadas a superar las fuerzas disruptivas de los negocios, del futuro del trabajo y de la tecnología. Sin embargo, la cultura y sus parientes cercanos los valores, actúan como huellas dactilares: son intangibles y dejan rastro en todas partes. 

La cultura de la empresa puede ser todo y nada a la vez para las personas en una organización, pero vamos a referirla a la mentalidad, los rituales, las elecciones, los valores y los comportamientos que se practican en nuestras empresas. Son aquellas características distintivas que, aunque no estemos presentes físicamente, esta permanece incólume. 

Es decir, la cultura es como verter hormigón en una obra, en la que puede llevar un tiempo para que fragüe, pero una vez solidificado, es difícil romperlo.

A medida que vamos haciendo la transición a una nueva forma de trabajo, salen a escena como protagonistas el miedo y el entusiasmo al mismo tiempo. No obstante, en el corto plazo, todas las empresas sin importar tamaño o industria escaparán de la pandemia y, en ese momento, tomará protagonismo su cultura. Y cuando baje la marea, se evidenciará quién nadaba con o sin el vestido de baño puesto.

La cultura debe obedecer al concepto de antifragilidad expuesto por Taleb, permitiendo a las organizaciones absorber las ondas de choque en cualquiera de las etapas de transición en las que se encuentren, y ayudarlas a volver aún más fuertes, siendo esta la forma clave de ganar sobre las nuevas lógicas de los negocios.

“Las empresas líderes siempre colocarán a la cultura en el centro de sus decisiones”

Metámonos en la cabeza que es la cultura quien brinda la experiencia y amolda las prácticas, hábitos, rituales y decisiones, con las que van a impulsar la propuesta de valor y las ventajas competitivas de la organización.

Porque la cultura, además de ser un cúmulo de creencias es también un conjunto de elecciones, comportamientos y acciones. La cultura no es solo el sistema operativo, también es la que pone en circulación a la estrategia y ayuda a centrarse en lo que realmente importa. 

Con tantas incógnitas, es hora de encender el interruptor de las luces y hacerse la pregunta: ¿estamos listos para superar la disrupción en el entorno post pandémico a través de la cultura?