Actualmente las estrategias de negocio, parecen ser un sueño de opio.

 

La directora ejecutiva estaba sentada en la sala de reuniones, al final de la mañana, y tenía aspecto de estar agotada. Trataba de entender con su grupo de colaboradores, porque habían fallado en sus metas de negocio, y no podían entender qué cosa había salido mal.

Me siento frustrada, dijo. Nos reunimos con el grupo hace un año personas de los diversas áreas y competencias. Tuvimos algunas reuniones formales y varias informales, establecimos indicadores de referencia, hicimos los estudios y análisis requeridos. Todos estuvieron de acuerdo con el plan. Era un buen plan y el mercado aunque no estaba en su mejor situación, al menos se percibía en calma. Se asignaron metas coherentes aunque no acordadas. Se les delegaron atribuciones; se les dio libertad para que hicieran lo que necesitaban hacer, entendía que todos sabían lo que tenían que hacer. Nuestro sistema de incentivos, al parecer, estaba claro, De manera que conocían qué recompensas y qué castigos tendrían. Trabajamos juntos, con mucha energía. Entonces, ¿cómo pudimos fracasar?.

El año está llegando a su final y no lograremos las metas. Me han decepcionado; no lograron los resultados previstos. Hemos disminuido las estimaciones dos veces en los últimos meses. Hemos perdido nuestra credibilidad, con la Región.

No sé qué hacer, y no sé si hemos tocado fondo. Francamente creo que a más de uno lo van a despedir.

Esta historia, que es verdadera, es arquetípica de la diferencia que nadie conoce. Es sintomática del problema más grande que enfrentan las empresas hoy en día.

Escucho muchas historias similares cuando hablo con los líderes de negocios. Aparecen frecuentemente noticias informando sobre compañías que suponían estar teniendo éxito, pero que no lo tienen.

Se trata de buenas compañías. Con directores ejecutivos inteligentes y personal talentoso, que cuentan con visiones inspiradoras y cuentan con el apoyo de los mejores asesores. Sin embargo, estas compañías, al igual que muchas otras, fracasan regularmente en su objetivo de lograr los resultados prometidos.

A continuación, cuando anuncian que no han alcanzado sus metas, los gerentes y empleados se desmoralizan.

Los líderes de todas las compañías que recuerdo, eran apreciados cuando fueron designados para sus cargos; parecían tener todas las calificaciones necesarias. Sin embargo todos ellos fueron perdiendo credibilidad y confianza porque no pudieron producir los resultados que anunciaron inicialmente.

En este caso anterior, no sólo es la Directora Ejecutiva quien sufre; también los empleados, los socios, incluso los clientes.

Pero, ¿cuál es el problema? se puede tratar de un duro entorno de negocios. Quizá sí. Independientemente de que le economía sea fuerte o débil, a veces se subestima a la competencia. Los cambios en el entorno se producen más rápidamente que nunca. Los clientes, quienes solían tener una actitud positiva en la época en que los actuales líderes comenzaron sus carreras, se han vuelto reacios a perdonar.

Sin embargo este factor por sí mismo no explica lo que casi es una epidemia, las fallas en el liderazgo.

Cuando las compañías no cumplen sus promesas, la explicación más frecuente es que la estrategia del líder era incorrecta. Aunque, la estrategia en sí misma no es la causa. Las estrategias fracasan normalmente debido a que no son bien ejecutadas. Las cosas que se supone que deben ocurrir no ocurren. Ya sea que los líderes no son capaces de hacer que ocurran, o que subestiman los retos que sus compañías encaran en el ambiente de negocios, o ambas cosas.

Todo el mundo habla acerca del cambio. En años recientes las empresas difunden a diestra y siniestra los conceptos de revolución, reinvención, transformación, cambio cuántico, pensamiento innovador, megas, organizaciones de aprendizaje y un sinfín de ideas similares. No necesariamente estoy oponiéndome a todo esto. Sin embargo, a menos que convierta las grandes ideas en pasos concretos para la acción, éstas no tienen sentido.

Si la ejecución del pensamiento innovador se desorienta, el aprendizaje no agrega valor, la gente no alcanza sus metas y la transformación fracasa desde un inicio y, el fracaso destruye.

Hace unos días escuché una frase muy práctica de los labios de algún líder de negocio. Están hablando de “llevar a su organización al siguiente nivel”, lo que hizo fue aterrizar la retórica. Éste líder estaba preguntándole a sus empleados como podrían usar las nuevas tecnologías para encontrar un camino diferente al tradicional, para llegar a un siguiente nivel, para lograr mejores resultados a través de los márgenes de utilidad, y no solo con el crecimiento de sus ventas.

Esta es una buena aproximación al cambio, enfocado en la ejecución. Está basado en realidades; las personas pueden percibir discutir las cosas específicas que necesitan hacer. Además reconoce que el cambio significativo sólo se produce mediante ejecución.

Ninguna compañía puede cumplir sus compromisos, a menos que todos sus líderes practiquen la disciplina del ejecución en todos los niveles. Tiene que ser parte de la estrategia y las metas de la compañía. No solo con aspiraciones se logran los resultados. En ese sentido, es una tarea importante, de hecho, la más importante de un líder de negocios. Si no sabes cómo ejecutar, todo tu esfuerzo como líder siempre será menos que la suma de sus partes.