El futuro debe contemplar un importante factor que emerge de manera imparable en el nuevo ecosistema digital: los trabajadores del conocimiento, que trabajan en colaboración y en red.

Entre las organizaciones inmiscuidas en el proceso de la transformación digital y que pecan de un optimismo parecido a los nuevos emprendedores, me he percatado que cuando hacen proyecciones sobre el futuro de sus empresas, les ha dado por olvidar que existe también un aspecto al cual suelen olvidar en sus proyecciones. Alguien por lo que vale la pena preocuparse, el necesario, pero a la vez complejo ámbito de las personas, como la parte crucial de esta transformación.

Partamos de una realidad indiscutible: la revolución tecnología está facilitando una nueva manera de entender los negocios y a la vez la forma de trabajar. En eso consiste realmente la transformación digital: en un cambio en el statu quo de las personas y en la cultura de las organizaciones. Porque esta transformación se fundamenta en los principios de colaboración, flexibilidad, libertad, transparencia, humanidad, redes, digitalización, etc. Con el fin de aprender, de mejorar, de descubrir, de participar, de disfrutar, de crear, de innovar, de sumar. No solo producir. No solo generar. No solo facturar. Recuerden… “No solo”.

Transformar a la organización digitalmente significa superar la manera de organizarse, de comportarse, de aprender, de interrelacionarnos, de acuerdo con una realidad mas compleja o diferente de la que hoy nos movemos. Y en esta realidad líquida y cambiante dejarán de funcionar las organizaciones empresariales “tradicionales” que no se metan de lleno a esta metamorfosis, y que sí tuvieron sentido en otras épocas. En términos de evolución humana, las empresas más “primitivas” tienen una visión del mundo inamovible, en la que unos ganan y otros pierden. Las organizaciones líquidas son más integradoras y tolerantes, desarrollando una manera de ver el mundo más compleja, entendiendo la organización como un sistema vivo en el que importan todos sus integrantes.

Esto implica un profundo cambio de nuestra visión del mundo pues rompe una gran parte de los paradigmas con los que hemos crecido y experimentado las generaciones como la X o los baby boomers.

La evolución y adaptación a un nuevo entorno, es inevitable.
Esto nos empuja a desprendernos de las ideas preconcebidas de lo que deben ser los entornos de trabajo para fomentar la autenticidad, conectar con el propósito; a amansar el ego y el poder jerárquico mal entendido para aprender a confiar; a que nos importe el cómo impactamos en los demás y en el entorno social.

Esto nos lleva como consecuencia a que los profesionales, al igual que las organizaciones, también necesitan cambiar y adquirir nuevos conocimientos, habilidades y competencias que se integren mejor en este nuevo entorno incierto y cambiante. Pensemos ahora en perfiles con un aspecto más colaborativo, digital, social, generoso, autogestor, creativo…

Entonces me surge la pregunta: ¿estamos preparados para transitar por un modelo profesional distinto al que nos ha hecho exitosos?

Se debe evolucionar en la forma de pensar, actuar y relacionarse (entre las mismas personas y con las empresas) para cambiar la mentalidad. Esto significa, pasar del comportamiento antiguo, basado en la competitividad, individualismo, rígido y estático, a uno que fomente la flexibilidad mental, adaptabilidad al cambio, mejora de la autoestima profesional, el de compartir conocimientos, para apoyarse en la fuerza de inteligencia colectiva, hay que mejorar las competencias digitales, saber conectar los valores y talentos con el servicio ofrecido, capacidad ágil de aprender cosas nuevas continuamente.

Aún estamos lejos de la solución, pero tenemos referentes y reflexiones individuales que hacernos y colectivas que poner sobre la mesa. Ojalá nos sorprenda en activo, ese día en que exista una colaboración a escala y sostenible para un bien mayor para generar un impacto positivo en todo el tejido empresarial y social. Y que lo que hoy es utopía se convierta en, sencillamente, una evolución humana natural.