¡Fijarse metas es una actitud absurda!

Establecerse metas es una tradición absurda que últimamente algunas personas me han ayudado a confirmar y que personalmente decidí abandonar hace algunos años. Con frecuencia me reúno en algún café a conversar con personas que sienten que han entrado en la crisis de los 30s, 40s o 50s, porque perdieron el norte, el gusto o sentido a lo que están haciendo.

Muchos comienzan la conversación, diciéndome que han estado persiguiendo metas (profesionales por lo general) que piensan que los harán felices y que de repente despiertan un día, preguntándose qué les está pasando porque se han encontrado atrapados en una vida personal y profesional sin inspiración, aburrida y ciertamente estancada. Aunque no me lo crean, tengo frecuentemente esta conversación alrededor de una taza de café.

Muchas ocasiones durante estos encuentros, les hago referencia a la historia de Alicia en el país de las maravillas… 

“¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?

-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato

-No me importa mucho el sitio… -dijo Alicia

-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato”

En realidad, creo firmemente que lo que sucede es una confusión de “los medios con el fin”, lo que genera una alteración de la mente y de “la lógica” que la sociedad y el “éxito profesional” nos han inculcado.

Es frecuente sentir el desespero de las personas cuando se encuentran en un momento como estos, en el que no saben hacia dónde re direccionar su destino. Insisto, esto sucede porque las personas tienden a confundir los medios, las metas u objetivos con una visión o ambición final y trascendente.

Una persona por lo general, elige qué estudiar, dónde hacerlo, en muchas ocasiones, quieren conseguir un trabajo en X o Y compañía, o lograr las metas que me impusieron, para lograr el ascenso deseado, como si fueran cada uno un fin en sí mismo, cuando en realidad son medios para ese fin que realmente hay que lograr, para encontrar sentido a todo.

En estos años que llevo como asesor y docente, es una de las grandes lecciones que he deseado que más personas pudieran aprender lo más pronto que puedan en la vida.

Las visiones o ambiciones finales son las grandiosas y emocionantes recompensas que hacen trascender al ser humano. Tienen que ver con experimentar, con sentirse realmente felices, con contribuir, con trascender, porque todo lo anterior aporta significado a la vida y aporta algo a nosotros por el simple hecho de hacerlo.

Estas ambiciones finales hablan por sí mismas. Aportan felicidad por sí mismas y dan guía y sentido a lo que hacemos y no porque confieran etiquetas externas, grados o valor que la sociedad o el “éxito profesional”  otorgan. Estas ambiciones finales no se alcanzan por una recompensa material. Y en cambio sí son las experiencias que crean los mejores recuerdos en nuestras vidas.

Como conclusión, les digo que los mejores recuerdos son los que generan emoción y significado, no es algo que estamos haciendo por complacer a alguien o para seguir una regla absurda de la sociedad u organización.

Ambición, visión, aspiración, objetivo, meta,  ponle la denominación que quieras, pero si realmente quieres lograr cosas grandes, establece una visión para crear tu futuro.