Un día después de volver de México, mi país natal, donde disfrutar de la vida durante tres semanas, fue más fácil que hoy. Porque en ese periodo no se me aparecían en sueños ni en el celular personas preguntando sobre la transformación digital, ni clientes buscando la alineación estratégica, o empresas preocupadas por la transformación humana, o investigando cómo sacar provecho de la inteligencia artificial. 

Como muchos de ustedes saben, desde hace varios años, tengo el compromiso semanal de escribir en mi blog y en las redes sociales. La fecha límite de mi próximo artículo era el 7 de enero de 2020, es decir hoy. Hace meses, cuando agendé las fechas en las que debía escribir, para no procrastinar ni  faltar a mis compromisos personales, era un día cualquiera en una mañana lluviosa de Bogotá. 

La primera actividad de mi agenda de 2020 (6 de enero)  estaba en mis planes volver de mis vacaciones de 25 días en mi querido México. Sin embargo, no estaba en mis planes, ni en mi agenda, que el día 6 iba a ser el final de un periodo de increíbles vacaciones con amigos y familia, ni que el día 7 sería el inicio de un espacio de desconcierto y cuestionamiento sobre la razón del por qué vivo en Colombia. Así que el 7 de enero al amanecer, mientras despertaba y pensaba en mi cama, sonó la alarma que me estaba recordando que debía escribir un artículo sobre la transformación humana o la digitalización. ¡Auch!

Abrí mi computador sin navegar por las redes sociales, ni mirar correos, no quería ver una sola foto en Instagram, ni un comentario en LinkedIn. Quería concentrarme únicamente en la transformación humana o la digitalización, pero algo raro me martillaba en la cabeza, porque solo tenía mis recuerdos de estas últimas tres semanas en México. Porque… si pensaba en transformación humana, me aparecía Frida Kahlo y su cuadro de la columna rota, si pensaba en estrategia digital se me aparecía Coyoacán y cada uno de los rincones de ese encantador barrio, si pensaba en analítica y empleabilidad se me aparecían una variedad de tequilas y mezcales y yo tratando de dilucidar cuál sería mejor para una ocasión en San Miguel de Allende, si pensaba en la cultura digital, se me aparecían los vitrales del Castillo de Chapultepec y cientos de personas admirándolos. Si pensaba en cambio de mentalidad de los líderes digitales se me aparecía la biblioteca Palafoxiana en la bella ciudad de Puebla.

Casi me vuelvo loco y casi retorno rumbo al aeropuerto para devolverme, pero hice un último esfuerzo y busqué de verdad dentro de mi corazón y le ordené a mi cabeza, que silenciara mis recuerdos porque tenía que escribir un artículo, y entonces, de repente mi mente se transportó a mi infancia y adolescencia, periodo en el que vivía en la Ciudad de México, la época en la que todo lo que hacía, me hacía feliz; entonces pensé en las tardes que pasaba en la cafebrería el Péndulo, o en la librería el Sótano, o bajando en bicicleta la pirámide de Cholula cruzando a alta velocidad las vías del tren, o visitando los cementerios fascinado con los altares del día de muertos, o admirando a Rivera, Siqueiros y Orozco tratando de entender cómo participaron en la construcción de una identidad nacional. Pensé en un montón de cosas que hacía hasta antes de cumplir 20 años, porque no creo que después de esa edad uno viva realmente de lo que le apasiona.

Y hoy me doy cuenta que la vida es maleable como el barro o la arcilla hasta los 20 años, después se vuelve roca. 

Y gracias a esos recuerdos, pude volver a una época en la que me puedo dar cuenta de que “trabajar” no es lo más importante en la vida, sino de disfrutar lo que realmente nos apasiona. Y con esto en mente, pude escribir este artículo un día después de mi nostalgia y de la melancolía de tomar el vuelo de regreso a la tierra que me adoptó, Colombia. Solo hacer este relato, me levantó un poco el ánimo y sonreí un par de veces mientras recordaba amigos y aventuras de infancia, los tacos al pastor, el chicharrón en salsa y los sabores picantes de cada uno de los platillos que disfruto de mi país. 

Les dejo esto como una manera de iniciar dignamente este 2020 con un artículo diferente, es mi manera de decir que si algo ayuda a transformarse humanamente es compartir de corazón lo que realmente me apasiona.