Lo primero que debo decir es que creo que no hay una solución única e ideal a la gestión de los tiempos de trabajo y el tiempo personal. Lo que cuenta es que cada uno se sienta a gusto con esa gestión y disfrute de su vida de forma plena.

Dadas las características actuales del trabajo, que tienden a expandirse ocupando todo el espacio disponible, me lo imagino tal y como un gas invade todos los espacios. Por tanto, no nos queda otra alternativa sino la de “blindar” ese otro tiempo en el que no se está trabajando.

Partamos de la base que, en mi caso particular, mi trabajo, como ya apuntó en algún momento Peter Drucker hace mucho tiempo, es un trabajo cuya materia prima es el conocimiento. Un conocimiento, por cierto, que prefiero complementarlo como pensamiento, emoción y acción. Porque al menos por mi parte, no creo en un concepto reduccionista de contenido abstracto racional. Es decir, cuando hablo de conocimiento lo entiendo como esa mezcla poderosa que mueve mi actividad profesional.

Pues bien, mi conocimiento me acompaña a todas partes mientras estoy despierto y, a veces, también cuando estoy dormido. No puedo no conocer, si me permiten la expresión. Cuántas veces no nos habrán llegado fantásticas ideas para un proyecto mientras trotaba por la mañana por el parque El Virrey. ¿Qué sentido tiene dejar de pensar mientras, en teoría, estoy desarrollando una actividad, como trotar, por ejemplo? Sí, ¿por qué no atender una llamada de trabajo un sábado por la mañana?

Me veo con un solo tiempo y creo que tengo la suerte de que en la inmensa mayoría de las ocasiones trato de no vivir esclavo de un horario. Por supuesto, si tengo que una reunión de trabajo, dar una conferencia o una clase en la universidad, ese es “tiempo esclavo”. Pero una gran parte de mi tiempo y del tiempo de trabajo nos debe permitir una gestión anticipada y proactiva. Yo debo decidir dentro de mis posibilidades (de forma interdependiente y de acuerdo con otras personas) cuándo me voy a reunir o cuándo voy a dedicar un determinado número de horas a un proyecto, sea desde la oficina, en la de mis clientes o en la universidad. Cuando digo que “yo decido” aquí está una de las claves: “autoempoderarse” para hacerlo.

Es decir, Para mí es muy importante anticiparse. Lo que no sería normal es que siempre ganara el trabajo.

La clave es el balanceo y la gestión anticipada. El tiempo nos abruma si no nos anticipamos. Una reunión a una hora concreta que va a exigir un desplazamiento en hora pico de tráfico. Hay que anticiparse y evitarla o buscar otra alternativa de comunicación (virtual, por ejemplo) en la medida en que sea posible. El tiempo es muy importante.

Reconozco que lo que yo hago es, por así decirlo, mi caso particular. Cada uno tendrá su forma. Como dije antes, importa el balanceo y la sensación de estar a gusto. Yo me llevo bien con mi trabajo o, al menos, lo intento. Me gusta, lo paso bien trabajando. No me avergüenza decirlo. Pero tengo claro que hay muchísimas cosas que no son trabajo que son más importantes y que también hay que atender. No hay que confundir las prioridades. Estoy seguro de que nos sentimos bien o mal en función de cómo seamos capaces de gestionar nuestro tiempo y nuestros espacios. Solo tengo un tiempo y debo anticiparme.

En fin, es un asunto que quizá tenga tantas soluciones como personas. Solo espero que la tuya funcione. Recuerda, anticípate.