Mucha gente cree que las buenas ideas son más escasas y valiosas que los buenos empleados. Creo que no podría estar más en desacuerdo. Aunque esta creencia, está basada en una noción errada de la creatividad, que exagera la importancia de la idea inicial en el desarrollo de productos originales. También refleja una profunda incomprensión respecto de cómo gestionar los enormes riesgos inherentes a la generación de grandes innovaciones.

En organizaciones en donde existen diversas formas de desarrollo de productos complejos, la creatividad involucra a muchas personas de diversas disciplinas que trabajan juntas eficazmente, para resolver una variedad de problemas que son por definición imposibles de predecir.

Para que este proceso de creación sea exitoso, la clave para fomentar la creatividad colectiva, que desde mi punto de vista requiere de tres pasos:

Primero hay que otorgarle autoridad creativa del desarrollo del o los productos a los líderes del proyecto y no a los gerentes corporativos. Es decir, baje el poder de decisión. 

Segundo, construya una cultura y unos procesos que alienten a las personas a que compartan su trabajo aún en desarrollo. Piense en una organización tipo red, en la cual todos están “conectados y compartiendo”.

Y tercero, hay que lograr que se apoyen los unos a los otros como si fueran pares, lo que implica que se deben desmontar las barreras naturales o formales que dividen a las diversas disciplinas y jerarquías, que lo único que hacen es generar silos funcionales.

Al mirar algunos resultados del ascenso y la caída de muchas empresas, es importante buscar las diversas formas para desafiar en forma permanente la manera de cómo se comparte la creatividad y la información del desarrollo de nuevos productos, para detectar las fisuras que podrían destruir la cultura de colaboración.

Los valores claros, la comunicación constante, los post mortem a la rutina, y la inyección regular de gente de afuera que desafíe el status quo, todo esto es necesario, pero no suficientes para mantener el rumbo.

Adicionalmente, un liderazgo fuerte, es clave para asegurar que las personas no adopten una actitud superficial respecto de los estándares de ser compartidos.

Por ejemplo, una idea sencilla y práctica, para mostrar la cultura de colaboración, es asegurándose de estar presente en las sesiones de orientación a los recién contratados donde se describan y expliquen los errores que la organización haya comentido, para que las personas no crean que por que la empresa sea exitosa, todo lo que hace está bien. Esta sencilla práctica solo tiene por objeto, fomentar la cultura de compartir.